¿Probar o catar? Los amantes del vino catan para llegar hasta el último rincón del aroma y el despliegue sensorial de cada trago. Es cierto que, el camarero o sumiller ofrece siempre “probar el vino” a uno de los comensales.
Si es un aficionado, seguramente, no percibirá en profundidad la cata olfativa y gustativa, pero sí la visual. En el caso del enólogo o un sibarita de la cultura del vino, sí observará cada detalle del comportamiento del vino en la copa, en nariz y en boca.
Un mundo versátil donde todos tienen un sitio y opinión, porque el paladar es tan individual y personal, que a cada uno le impacta de múltiples maneras. Todos comparten y conocen de algún modo cómo desenvolverse en un restaurante cuando llega el momento de degustar el vino.
Desde nuestro blog, te proponemos los ingredientes necesarios para que, sin vergüenza, salgas airoso y dejes a los amigos con la boca abierta.
Se descorcha la botella y aunque parece obvio, no todos saben empezar.
Si no sujetamos la copa por el denominado tallo o la peana, el vino tiende a calentarse y consumirlo a temperatura inadecuada. Aunque hay países de Europa Central donde se bebe vino caliente para combatir las bajas temperaturas.
Es momento de analizar, visualmente, a través de movimientos circulares en la copa, el color, matiz que aparece en la pared de la copa, así como algún posible grumo.
El olfato siempre fue el sentido que detecta multitud de aromas y sensaciones que aportan información en los distintos contextos. Es necesario agitar de nuevo la copa para que desprenda todos los aromas potenciales que alberga el vino.
La nariz inhala esos aromas que desprende el cuidado, cultivo y tipología de uva. Se detectan aromas afrutados, acorchados, la madera… en definitiva, pregúntate cuántos detectas con los ojos cerrados, ¡para que la vista no te confunda!
¡Et voilà! Tras los estudios previos, llega la gran ocasión de fundir en boca todos los sentidos, que son las ventanas que permiten conocer a fondo el vino. La boca percibe la textura, el sabor, algunos aromas, la crianza y tantos datos que, en cada trago te van añadiendo pistas para llegar al conocimiento profundo del vino.
Es aquí donde decidirás si repites o, por el contrario, comienzas el proceso con un nuevo vino.
La cata de vino supone dejarte llevar por el embrujo de la copa, el movimiento del vino y el disfrute del paladar, dejando atrás la timidez, vergüenza o retraimiento. ¡Es tu momento álgido para disfrutar!