Entre la nostalgia bonita (así me gusta llamarlo cuando miras atrás y ya no duele) y la gratitud. Así me siento ahora mismo mientras me sirvo mi copita de tinto. Y aquí me dispongo a compartir contigo unas letras en las que, tal vez, tú también puedas encontrarte. Sobre el recuerdo y sobre abrir la siguiente puerta. A veces ambas cosas van de la mano…
Qué bonito es el recuerdo.
Cuando le das más importancia a lo que aporta, que a lo que destruye.
Cuando abrazas a la verdad, en vez de inventar una excusa antiinflamatoria.
Cuando permites que sea, antes de obligarte a borrarlo.
Cuando te ves en él, y no rompes el espejo.
Y qué valiente es recordarlo.
Sin los arañazos del miedo.
Sin las mentiras del complejo.
Sin la maldad de la rabia.
Sin la máscara del ego.
Qué bonito es el recuerdo así.
Que te abre la puerta correcta.
Que te viste de gala en la noche menos pensada.
Que te regala el lienzo en blanco.
Que te recuerda quién eres, cuando tú lo has olvidado.
Y es bonito así.
Porque así es como empieza la historia de tu próximo gran recuerdo.