Hoy, copa de vino en mano, me hago una pregunta que me encantaría compartir contigo: ¿Estamos yendo demasiado rápido?
¿Somos conscientes de que si un Stories de Instagram (que ya de por sí dura sólo 15 segundos) si no nos atrae al segundo 3 pasamos al siguiente? Y es que creo que además lo hacemos desde un lugar de pura ansiedad por devorar más y más. Es como comer mucho aire. Y te quedas con hambre. Comes más aire. No llena. No sacia. Más aire. Todo el tiempo masticando aire.
¿Dónde está la sustancia? ¿Dónde quedó el paladear?
A veces busco estos momentos de reflexión para recordarme que no quiero perder eso. No quiero dejar de elaborar durante 3 horas un buen caldo como tampoco quiero dejar de disfrutar un disco entero canción a canción y buscándome en sus letras.
Y me considero alguien muy introducido en el sistema. Disfruto de la inmediatez y de todas las maravillosas posibilidades que nos brinda el mundo hoy. Pero no quiero despersonalizarme. Quiero brindar mirándote a los ojos. No desde una pantalla y por compromiso. Quiero observar los colores que llegan con la primera y oler el césped mojado del verano. No quiero que actualizar un timeline de una red social haciendo scroll constantemente o comprar sólo online me dibujen un vacío teniendo todo lo que llena ahí fuera.
Quiero paz en un mundo en guerra de ruidos por momentos. Y quiero saber a dónde voy. Porque tengo la firme convicción que sólo el que va despacio, disfrutando del camino, lo descubre.