No es la primera vez que hablamos en este blog, de vino y arte. Hemos tratado temas como, por ejemplo, la creación de obras con los pigmentos del vino o actividades de ocio que unen la pintura con el vino.
En esta ocasión, queremos hablar de uno de los genios más importantes de la historia, que, curiosamente, tenía una gran relación con el mundo del vino…
Hablamos de Leonardo Da Vinci.
A Da Vinci le conocemos por ser pintor, inventor, escultor, arquitecto, ingeniero, astrónomo… Es, sin duda, la figura perfecta para encarnar al hombre del Renacimiento.
De una u otra manera, Leonardo Da Vinci estaba predestinado al mundo del vino. Nació en Anchiano un pueblo del municipio de Vinci, cercano a Florencia, capital de la Toscana, cuna de grandes vinos.
Su familia poseía una finca, rodeada de viñedos en la que hoy se conoce como la zona del Chianti Montalbano.
Es, desde entonces, desde sus raíces, cuando Leonardo comienza a tener una gran pasión por el vino.
Algo que se ha visto reflejado en su faceta creativa en múltiples de sus diseños, estudios botánicos…
En la actualidad, conectado al Museo Idéale Leonardo da Vinci, en un entorno paisajístico típico de la Toscana, se encuentra el Museo Leonardo e Il Rinascimento del vino. Concretamente, en Sant’Ippolito in Valle.
Coincidiendo con el V centenario de la muerte del genio, durante la primavera de 2019, fue restaurado desde cero y equipado con el objeto de exponer, documentar y profundizar en aspectos menos conocidos de Leonardo Da Vinci.
En concreto, se muestra el papel que, desde su infancia, jugó la agricultura, tanto en su vida como en sus estudios.
Leonardo realizó múltiples estudios tecnológicos y de la naturaleza; escribió fábulas y profecías, rebuscas y alegorías; plasmó observaciones sobre el cultivo de la vid desde Vigevano hasta Cesena; hizo consideraciones enológicas. También, diseñó varias herramientas y molinos, tanto tradicionales como más innovadores.
Es así, que en este museo dedicado a Leonardo y al vino, se puede hacer un recorrido contextualizado en el marco histórico del territorio de Vinci y de la Toscana hasta la época de los Medici.
En él, se pueden ver representaciones de setenta y cuatro variedades de uva cultivadas en la región, algunas de las cuales se mencionan en los manuscritos de Leonardo.
Y es que, el mismo genio fue propietario de diversos viñedos, de los que hablaremos a continuación.
En Milán, se esconde un lugar muy característico donde se refleja un gran fervor por el vino, se trata de la Vigna di Leonardo.
La historia cuenta que, en marzo de 1482, Lorenzo de Medici envió a Leonardo a Milán como emisario florentino para que trabajara para el mecenas Ludovico Maria Sfoza, al que le apodaban “El Moro” y, que, a su vez, se encargara de mantener las buenas relaciones diplomáticas entre Florencia y Milán.
Entre 1494 y 1498, Leonardo Da Vinci pintó su obra maestra “La Última cena”, en el convento dominico de Santa Maria Delle Grazie.
Como una forma de reconocimiento, Ludovico “El Moro” le concede la propiedad de una viña, que contaba con una superficie de 16 pérticas.
Una pértica era una antigua medida de longitud agraria usada por los romanos. En Milán, una pértica tenía la equivalencia de 654,51 m²).
Da Vinci pudo disfrutar de su viñedo por muy poquito tiempo ya que las tropas francesas derrotaron a Ludovico Maria Sfoza e invadieron Milán. Leonardo abandonó la ciudad y arrendó la viña al padre de su alumno Salai.
En 1519, solo en su lecho de muerte, Leonardo Da Vinci recuperará su viña. Esta fue mencionada en su testamento y se dejó en herencia, una parte a Salai y otra a otro servidor.
En 2015, el viñedo cobró vida gracias a la Fundación milanesa Portaluppi y los actuales propietarios de la Casa degli Atellani, un palacio renacentista que fue construido sobre los terrenos de la viña.
El estudio llevado a cabo de los mapas de la ciudad en aquella época por parte de la Universidad de Milán, en colaboración con el enólogo Luca Meroni, la genetista Serena Imazio y el profesor Attilio Scienza, uno de los máximos expertos mundiales del ADN de la vid, dieron como fruto reproducir en su sitio originario vides idénticas a las de la viña que tenía Leonardo.
En 2018 se obtuvo la primera cosecha. Las uvas se recogen el 12 de septiembre y se dejan fermentar con los hollejos en una tinaja de barro, para más tarde, enterrarlas según el antiguo método grecorromano.
Fue embotellado en exclusivos 330 decantadores inspirados en el dibujo de Leonardo da Vinci encontrado en el folio 12.690 del manuscrito del Códice Windsor y elaborado por Alberto Alessi en su bodega Cascina Eugenia.
Es el vino que procede de la misma uva, la aromática Malvasia di Candia -la viña de Leonardo-, y que, todavía hoy, cultiva el Castello di Luzzano, entre Pavía y Piacenza.
Su nota de cata muestra un color amarillo pajizo brillante; En nariz, aroma intenso, con notas florales de acacia, ciprés y menta; En boca, sabor típicamente aromático, equilibrado y suave.
Se trata de una botella de edición limitada dedicada a La Dama con l’Ermellino, el cuadro de Leonardo da Vinci que representa a Cecilia Gallerani, poetisa y amante de Ludovico el Moro.