El mundo del vino siempre ha estado vinculado con el mundo de las artes. Ya hemos hablado en diversos momentos de la conexión que Protos tiene con el mundo de la literatura.
Sin embargo, en esta ocasión, queremos unir el vino con la pintura donde llega a ser uno de los elementos protagonistas.
El vino ha estado siempre muy presente en la pintura. En esta pequeña selección, te traemos obras de distintos pintores desde la edad media hasta el siglo XX.
Óleo sobre lienzo. Esta pintura se encuentra en el Museo del Prado. La descripción que el museo realiza de la obra es que «Tras entregar Baco y Ariadna en 1523, Tiziano pintó La bacanal de los Andrios, también inspirada en Filostrato (Imágenes, I, 25). La escena transcurre en la isla de Andros, tan favorecida por Baco que el vino manaba de un arroyo.
Dioses, hombres y niños se unen en la celebración de los efectos del vino, cuyo consumo, en palabras de Filostrato, hace a los hombres ricos, dominantes en la asamblea, dadivosos con los amigos, guapos y de cuatro codos de altura.
Redunda en esa idea la partitura en primer plano: el canon Chi boyt et ne reboyt il ne seet que boyre soit (Quien bebe y no repite no sabe lo que es beber), atribuido a Adriaen Willaert (hacia 1480-1567), músico flamenco al servicio de la corte ferraresa».
Óleo sobre lienzo. Esta obra también, se encuentra en el Museo del Prado. «Tradicionalmente se ha llamado la atención sobre la voluntad realista con que están descritos los personajes de la derecha, lo que ha dado pie a una lectura de la escena como una desmitificación de la fábula clásica e, incluso, una burla de la Antigüedad. Sin embargo, cada vez son más los autores que señalan hasta qué punto la propia naturaleza del mito báquico propiciaba la interacción de elementos fabulosos y referencias cotidianas. En ese contexto, se ha interpretado el cuadro como una alegoría sobre el vino, que no sólo tiene la capacidad de alegrar el ánimo de los hombres y llevarle a estados no racionales, sino que constituye un estímulo para la creación poética, como recordaban numerosos escritores españoles de la época de Velázquez».
Esta obra del maestro Goya se exhibe en el Museo del Prado, Pintada en 1786 es un óleo sobre lienzo y representa la estación de dios del vino, Baco.
En una escena costumbrista, la pintura habla del otoño que se «se transforma aquí en una vendimia moderna, en que un joven majo, sentado sobre un murete de piedra y vestido de amarillo, color que simboliza el otoño, ofrece a una dama un racimo de uvas negras. El elegante niño, intenta alcanzar las uvas, reservadas, sin embargo, a los adultos. Tras ellos, una campesina lleva sobre su cabeza, con dignidad y apostura clásicas, una cesta llena de uvas, que trae de los campos del fondo. En ellos, los campesinos se afanan en la recogida del fruto, inclinados sobre las viñas, mientras uno se yergue mirando a sus señores. El fértil valle se cierra al fondo por altas montañas, que recuerdan la sierra de Gredos, cerca de Arenas de San Pedro en Ávila, tierra de viñedos».
En francés «Le déjeuner des canotiers». Una pintura del impresionista francés Pierre-Auguste Renoir, que se conserva en la Colección Phillips, en Washington D. C.
Según relata la web historia-arte-com, el cuadro nos muestra «la terraza de la Maison Fournaise, a las orillas de Sena, un local que nunca dormía, en el que se alquilaban botes para un romántico paseo por París y se servían exquisitas comidas de la mejor cocina francesa de día, y se organizaban bailes hasta el amanecer por la noche.
Es lógico que un tipo amante de la vida como Renoir se pasara ahí horas y horas y decidió plasmarlo en un lienzo, con su estilo vibrante y tembloroso, lleno de vitalidad.
Renoir retrata a sus amigos como el pintor Caillebotte, sentado en primer plano, y frente a el, jugando con un perrito, a su modelo preferida de esa época, la pelirroja Aline Charigot, con su graciosa nariz, que acabaría siendo su esposa poco después».
Los jugadores de cartas (Les Joueurs de cartes en el título francés original) es una serie de cinco cuadros sobre el tema de la partida de cartas, que realizó el pintor francés Paul Cézanne entre 1890 y 1895 (la comenzó estando en Suiza y la acabó en Aix-en-Provence).
Cézanne es considerado unánimemente el padre de la pintura moderna, y este cuadro en concreto, uno de los iconos de la historia del arte universal con esos míticos dos campesinos jugando a las cartas y una botella de vino en medio en la que se refleja la luz.
Dama bebiendo con un caballero, pintado por el holandés Vermeer en 1660, y que hoy podemos encontrar en la Gemäldegalerie de Berlín.
Vermeer es famoso por sus pinturas sobre escenas cotidianas. En esta ocasión, la pintura recrea la seducción entre dos jóvenes, utilizando como vehículo el vino.
Aunque sus cuadros representan, en su mayoría, escenas interiores de la vida doméstica de la clase media, en esta obra, la muchacha tiene una actitud elegante, tal como lo exigían las normas de etiqueta de esa época. Ella sostiene la copa por la base, lo que indica que pertenece al estrato más alto de la sociedad.
El caballero no bebe, simplemente sostiene la jarra de vino, para servir más en la copa vacía de la muchacha.
Una escena de cortejo entre dos muchachos pero donde la moral está presente.
Según el portal artic.edu, «durante su estancia en el Asilo de Saint-Paul en Saint-Rémy, una pequeña ciudad cerca de Arles, Vincent van Gogh realizó numerosas copias de las obras de artistas que admiraba, lo que le liberó de tener que realizar composiciones originales y le permitió concentrarse en cambio en la interpretación. Para esta imagen, Van Gogh copió un grabado en madera de Los bebedores de Honoré Daumier , una parodia de las cuatro edades del hombre. Las figuras exageradas capturan el humor característico de Daumier y transmiten su triste mensaje sobre los horrores del alcoholismo. La paleta verdosa bien puede ser una alusión a la famosa bebida alcohólica absenta».
De nuevo, historia-arte.com, nos explica que se trata de «la última obra de Manet y para muchos fue su mejor trabajo. No es para menos. En él Manet plasmó todos los motivos que trabajó durante su carrera: la vida parisina moderna, un par de bodegones en primera fila, una mujer marginal como protagonista. Todo esto ambientado en un café como el que solía frecuentar con los demás impresionistas.
Todo lo que hay en el cuadro es un reflejo menos la barra y la camarera de mirada fija. En el espejo vemos que está conversando con un señor gracias a un engaño óptico que creó el pintor, pues el reflejo está torcido. Ella parece triste e ida en sus pensamientos, en el reflejo se inclina hacia delante para hablar con el señor. Con ese espejo nuestro artista ha creado un punto de vista novedoso pues nuestra atención está en ella, mas en el cristal se desarrollan dos escenas: la masa de gente a la izquierda haciendo vida social ignorando a la bailarina del techo (en la esquina se le ven las piernas) y una conversación a la derecha.
Fíjate bien en las botellas de champán y cerveza delante de ella. Están en la parte de atrás de la barra, pero en el espejo han pasado a la de delante. Manet gasta muchas bromas como esta, haciéndonos comprender que de lo que se trata en este cuadro es de mirar».
Se trata de un grabado realizado por el pintor malagueño Pablo Picasso, en 1922.
Realizado con la técnica del “pochoir” (grabado coloreado a mano con gouache), podemos observar un bodegón cubista cuyos elementos son una botella de vino, una copa y un racimo de uvas.
En él se reproduce un bodegón cubista donde encontramos un racimo de uvas, una botella de vino y una copa encima de una mesa.
Visitmuseumgencat.cat nos cuenta que «La botella de vino muestra una conjunción de elementos inconexos: una botella de vino con un volcán, una serpiente con bigote y una abeja. La lógica que los relaciona es de orden poético. Sin embargo, la libertad asociativa que justifica la convivencia armoniosa de todos los elementos evidencia la crisis de los géneros pictóricos y el triunfo de la ambigüedad: las formas angulares que dividen la tela sugieren al mismo tiempo una mesa y un paisaje indefinible».
Amedeo Clemente Modigliani trabajó toda su obra en París. Falleció tempranamente, a la edad de 35 años. Su obra es conocida por sus desnudos y retratos con una técnica marcada por el alargamiento de las figuras y las caras. Este pintor italiano se trasladó a París con tan solo 22 años, donde conoció a Picasso o a Brâncuși. Como podemos comprobar en la obra «Hombre con un vaso de vino», el vino tenía también un cierto protagonismo junto a las figuras humanas que retrataba.