Sí, en este blog nos gusta hablar de la historia del vino.
Desde que comenzamos, hemos ido contando en diferentes posts, aspectos relacionados con este apasionante mundo… y hoy, queríamos hablarte de cuáles eran los diferentes usos de este elixir en la antigüedad.
Los habitantes de países como Siria, Irán, Israel e Irak fueron los primeros que desarrollaron la vid.
Esta planta crecía en bosques. Al ser la vid una planta leñosa trepadora, se enroscaba a los árboles. De sus uvas, salieron los primeros vinos, considerados por aquellos pueblos como una bebida milagrosa capaz de fermentar sola.
En otras ocasiones, ya hemos hablado de que Egipto fue el pueblo pionero en la elaboración del vino. Hablamos del año 3000 a.c y como curiosidad la variedad de uva de aquellas cepas era la varietal Syrah.
Esta fue viajando por el mundo, y enraizándose en países como Turquía, Grecia, centro y este de Francia, el Caúcaso o Fenicia…
De hecho, fueron los fenicios y los griegos quienes en el 2300 ac difundieron la viticultura. Así, los griegos fueron los maestros de los romanos, y estos, a su vez, de los ibéricos.
Pasando de unos a otros, las técnicas de elaboración del vino, podemos decir que fue la viticultura europea la que se encargó de difundir esta sabiduría a otras culturas.
Por ejemplo, a mediados del siglo XVI, los conquistadores de las américas fueron quienes plantaron las primeras vides, las conocidas como vid roja o Vitis vinífera. De ahí, pasaron a Chile y posteriormente, a Argentina. Dos de los países que, a día de hoy, cuentan con un gran renombre en la elaboración de vinos.
La iglesia ha tenido siempre una gran importancia en el mantenimiento del vino, ya comentamos en otro post, como fue gracias a ella, que se consiguió mantener el consumo durante la conocida Ley Seca, o como fueron los franciscanos, los primeros en introducir el vino en Estados Unidos.
Pues bien, en España, eran las comunidades religiosas y los monasterios, las verdaderas protagonistas en la plantación y cuidado de viñedos así como en la elaboración del vino. Todo ello para poder utilizarlo en las ceremonias religiosas.
Todos sabemos, que la manera más rudimentaria y antigua para conseguir el primer jugo de la uva es pisando y aplastándolas, pero, ¿sabías cómo lo llamaban nuestros ancestros?.
Su nombre era “mustum”. De ahí, que, a día de hoy, ese primer elixir que conseguimos de la uva, nosotros lo llamemos Mosto.
Hoy en día, cada variedad de uva tiene su propio nombre. Tenemos nombres como Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Verdejo, etc., per, lo que quizás no sabías, es que durante el S.V, ya los viticultores nombraban a las uvas de una determinada maner, según el tipo de vino que elaboraban. Por ejemplo, la uva que daba vino blanco se llamaba “Aminta” y la que proporcionaba vinos dulces se llamaban “Apiana” y “Syriaca”.
Otras acepciones de esta maravillosa bebida son: “roseum” como se denominaba al vino. “Amineum para los vinos blancos y ”passum” para el vino obtenido por uvas pasas.
Al contrario de lo que hoy conocemos como vendimia, la recogida de la uva en la antigüedad no tenía un calendario establecido. Esta se realizaba de forma improvisada, no había fechas determinadas.
La uva se recogía en recipientes de madera y llegaba a la bodega, donde se comenzaba a hacer la fermentación en cubas, tinajas, tinos o barricas de madera vieja que también se utilizaban para otras cosas.
Y con el añadido, de que no se había hecho una selección previa para poder eliminar sustancias o restos de otras plantas, insectos etc., y dejar solo las uvas o racimos en buen estado.
Una vez terminada la fermentación, el vino se conservaba donde se podía, en cualquier recipiente, y lugar con bastante poca salubridad.
Esto es así, si hablamos de bodegas, pero la producción de vino en casas era más o menos lo mismo.
Era todo muy rudimentario. Como curiosidad, el vino tras la fermentación se filtraba en cestos de mimbre donde se echaban sustancias como resinas, agua de mar, ceniza, e incluso, humo, que trastocaban el sabor.
Una vez terminado este procedimiento, se introducía en ánforas de barro, se sellaban con yeso y se guardaba en el lugar de la casa que fuera más cálido hasta que el vino se convertía en un jarabe.
Los romanos y griegos preferían los vinos jóvenes o afrutados. La mala conservación del vino hacía que los vinos se avinagraran o estuvieran agrios.
Fue a mediados del siglo I a.c, cuando los romanos conquistaron la Galia y descubrieron cómo los galos conservaban la cerveza., y decidieron extrapolar estos conocimientos al mundo del vino.
Los galos usaban barricas de roble, con lo cual los romanos lo copiaron, así como los comerciantes ya que su transporte era más cómodo y menos pesado que las ánforas y mucho más resistente. Además, descubrieron que la madera mejoraba el sabor al vino.
Pero ¿por qué barricas de roble? Pues aunque muchos pensemos que es debido a sus característica (que también), la verdad es que su elección era porque proliferaban los robles en Europa frente a otros árboles. Además, su madera era fácil de poder manipular y arquear los toneles.
Es, a principios del siglo XVIII, cuando el vino en botella de vidrio comienza a popularizarse. Su motivo: en el siglo XVII, el vino comienza a ser una bebida refinada presente en celebraciones y actos, con lo cual, hay que cuidar su presentación.
Además, servía para facilitar su tránsito y su conservación en el tiempo.
A día de hoy, el vidrio se sigue utilizando gracias a sus óptimas características. No transmite ningún sabor ni aroma al vino y además ayuda en el envejecimiento del vino, creando notas más delicadas.