En nuestro blog, nos gusta mucho hablar de historia relacionada con el vino. En diferentes entradas, podemos encontrar cuáles fueron los primeros indicios de consumo de vino en la Ribera del Duero, personajes destacados que no te imaginarías que tuvieran relación con el vino, o relatos curiosos en épocas importantes…
Bien, pues ahora toca saber cuál era el vino favorito de Isabel La Católica y lo que hizo por este sector, algo que sigue latente hoy en día.
Remontándonos tiempo atrás, los datos apuntan que fue en la época Vaccea cuando se tiene constancia de la existencia del vino. Las excavaciones realizadas en Pintia constatan su presencia, sin embargo, no es hasta la Reconquista cuando los viñedos empezaron a dar buenos vinos.
Es en los siglos XV y XVI cuando este elixir se convierte en una pieza fundamental en el acervo gastrocultural y un gran pilar para la economía en diferentes regiones de España.
Basándonos en lo dicho anteriormente, los vinos adquieren una gran importancia en la corte de la reina Isabel, estando presentes en los banquetes que se llevaban a cabo con la nobleza y con emisarios internacionales. De hecho, hay pruebas de que es Medina del Campo, una de las zonas que proporcionaba vino blanco a los Reyes Católicos.
La fama que tuvieron estos vinos, traspasó las fronteras, llegando incluso a Flandes.
Gracias al Cardenal Cisneros, el confesor de la reina Isabel, podemos hacernos una idea de cómo eran los vinos antaño. El Cardenal Cisneros, al poco de morir la reina, encargó al agrónomo Gabriel Alonso de Herrera, un Tratado de Agricultura General que distribuyó gratis a los agricultores.
Según comentan en el blog de la Guía Peñín:
La antigua “Denominación de origen” de los tiempos de Isabel La Católica se llamaba “Tierra de Medina”.
Es, desde esta época, en el año 1494, cuando se crean las ordenanzas para proteger los vinos. Podemos decir que en aquella época no existían reglas que protegieran al vino.
Hugh Johnson, escritor británico, asegura que la denominación vinos de «tierra de Medina» sería, probablemente, la primera prohibió la entrada de vinos ajenos.
Fue tal l importancia de estos vinos, que se llegó a vender en tabernas tanto de Castilla, como de otras ciudades como Santander o Bilbao.