Si alguna vez le preguntas a tu madre por el origen de ese plato que te ha marcado en la infancia, quizás se encoja de hombros y diga: “No lo sé, ya lo hacía mi madre cuando yo era pequeña”.
Y es posible que esa misma pregunta se la formules a tu abuela y que te conteste exactamente lo mismo.
Entonces, entenderás que hay comidas que simplemente están ahí y forman parte de la familia para recordarte de dónde vienes, como un hilo invisible que va conectando generaciones que no se conocieron, de la misma manera que lo hacen los gustos, los rasgos de la cara y los parecidos.
Pero, esos platos no solo tienen la capacidad de conectar con los antepasados o la familia, sino también con uno mismo.
¿Qué magia se oculta tras ese momento en el que te llevas la cuchara a la boca y vuelves a la infancia?
Vuelve a la memoria el ritual de poner la mesa, el brindis que daba inicio al acto de comer y el placer de reunirse.
En homenaje a esos momentos, a las madres y a la magia de compartir la comida, os animamos a descorchar un vino joven como un Protos Roble 2020 para acompañar a este sencillo potaje de garbanzos con acelgas y realzar así los aromas de este plato de cuchara.
Y ahora a disfrutar con este plato tan invernal ahora que ha llegado ya sí que sí el frío. Calentito, calentito.